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Fulani, 2011 |
José
Leonardo de esa y otras historias se enteró. José Caridá también.
Eran
libres pero estaban hartos del maltrato a los hermanos, informados de los
avances legales en cuanto a aquello de igualdad y libertad. En sus viajes se
habían enterado de rebeliones en otros lados, así que armaron una ¡Conspiración…!!!
Por
ahí vienen lo negro levantisco
Vienen
pues lo negro alzao.
Oye
men, no le pegue a la negra…
Ni
a lo negro.
Se
prendió la zaparapanda en las haciendas. Por allá por Coro se armó el
samplegorio.
Es
decir, el jaleo y la confusión.
Tongo
le dio a Don Rodolfo
Borondongo
le dio a Don José
Y
Muchilanga a quien se atravesó.
¡Alboroto…!!!
José
Caridad, loango del Congo
Negro
fugao de Curazao.
Sabía
de la francesa ¡Revolución…!!!
El
zambo José Leonardo,
el
de Curimagua.
Sabía
de Haití, ¡Sublevación…!!!
Negros,
pardos e hijos de Guaicaipuro iban de Macanillas a la toma de Coro.
Lamentablemente
los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital…
Apresados,
revendidos y ajusticiados por el delito de ¡Subversión…!!!
José
Caridad, prisión y balas por ley de fuga… José Leonardo, persecución, prisión,
horca en la plaza Mayor de Caracas. Su cabeza colgada “en jaula de fierro sobre
un palo de veinte pies de largo en el camino que sale de esta misma ciudad para
Coro y para los Valles de Aragua, y las manos remitidas a la ciudad de Coro
para que una de ellas se fije camino de Curimagua, y la otra en la altura de la
sierra”.
Todavía,
en cada luna nueva cuando la noche es mayor, los aires dejan oír las manos de
José Leonardo repicando los cueros.
Y
no es mentira…
El
que tenga oídos que oiga:
Yo, José Leonardo Chirino, de sangre
negra e india, me alcé por los negros y por los indios y por los pardos.
Dimos la señal desde la hacienda
Macanillas, nos encomendamos a las ánimas, al señor de los caminos y a Ogún,
izando las banderas de libertad para los esclavizados, no cobro de impuestos a
los indios y liquidación de los dueños de gentes porque ¿hasta cuándo…?
Supimos de negros alzados en Santo
Domingo, Santa Cruz, Guadalupe y Martinica. Nos contaron del negro Miguel. Juan
Andrés López del Rosario, lo llamaban Andresote, había sacudido la mata
cincuenta años antes. ¿Que ese movimiento no vale porque era asunto de
contrabando o de comerciantes…? ¿Qué ese movimiento no cuenta porque la señora
Mechita de Los Palotes no lo consigue en su libro de Historia? Pues entonces
tampoco vale el de 1810, que era para proteger los derechos del rey. ¡Ahí ta´
pues…!!!
Cuando tronamos desde estos valles y
montañas, no conocíamos a Páez ni a Bolívar. Ellos vinieron después. Y primero
vino Boves, advierto. Ninguna colonia española, francesa, ni inglesa se había
liberado de su metrópoli. Andresote era un recuerdo. Pero estaba allí latente,
como latentes estaban todas las rebeliones protagonizadas por los hermanos
negros e indios.
Aquella noche de mayo los tambores
murmuraron entre las matas y los ríos dejaron de correr para no hacer ruido.
Esa noche nos tocaba a nosotros y los árboles, al tanto de la situación,
explayaron sus hojas y extendieron sus ramas hasta el suelo para que las
usáramos de escondite. Exigíamos respeto a los amos que ya no serían más amos
cuando lográramos instaurar nuestro reino de justicia.
Seguimos
en pos de ese reino.