domingo, 16 de mayo de 2010

Feminismo negro, Feminismo afrodescendiente

Socióloga Esther Pineda

estherpinedag@gmail.com

Cuando hablamos de feminismo en su forma abstracta y generalizadora, es habitual asociarlo a la defensa de los derechos de la mujer blanca, heterosexual, clase media; olvidamos los diversos matices que ha de tomar lo femenino, la pluralidad de mujeres, de sus historias, de sus culturas, de sus experiencias, y las posibles maneras en que habrá de expresar su sexualidad.

No existe solo un modelo de mujer, coexisten una infinidad de modos de ser mujer, de ejercer la feminidad y por tanto diversas formas de feminismo.

El feminismo no ha ni habrá de ser solo uno, su comprensión y manifestación en estos términos expresaría así un carácter reductivo, castrante, excluyente y arbitrariamente designado.

El feminismo tradicional se constituye como un feminismo invisibilizador de la mujer afro-descendiente, un feminismo que parece exaltar el proceso de sujeción y coerción a la que ha sido sometida la mujer blanca en nuestras sociedades, pero que a su vez habrá de obviar la explotación, relegación, esclavitud y sub valoración a la cual ha sido expuesta y sometida la mujer afro-descendiente en occidente.

En un continente donde “lo negro” ha sido asociado al mutismo, la invisibilidad, la ignorancia, a la noche y en consecuencia a la oscuridad como lugar por naturaleza inhóspito, desolado y lleno de vicios; se naturalizará la sumisión que le ha sido atribuida a la mujer afro-descendiente, y se le configurará como objeto cosificado de placer para y del hombre blanco, en el contexto de una estructura societal que históricamente la ha marginalizado mediante un constante proceso de exclusión, relegándola a un apartado y reducido espacio de la vida social.

La historia de la mujer afro-descendiente se ha definido de acuerdo a la triada de la opresión: capitalismo, patriarcado y racismo, todos en recíproco apoyo de su mantenimiento y legitimación, en correspondencia a los criterios de explotación, exclusión y apropiación de acuerdo a los que el sistema pre-configuró a la mujer como inferior a lo masculino, y a “lo negro” más aún por debajo de la condición de ser mujer.

Es por ello que la mujer afro-descendiente en nuestras sociedades será triplemente explotada, reducida y subordinada; no solo en relación al hombre, al hombre blanco, sino también a la mujer blanca.

Estará subordinada a la mujer blanca como consecuencia de que la mujer negra ha sido definida y se le exige autodefinirse a partir, y en relación al prototipo socialmente establecido de la mujer blanca, no encuentra una referente en si misma, pues todos los agentes socializadores a los que ha sido y es reiteradamente expuesta operan como socializadores del racismo.

Es por ello que sus posibilidades de ascenso social, familiar y personal estarán dispuestas por la efectiva adecuación de la mujer afro-descendiente a los rasgos físicos, gestuales, actitudinales y comportamentales de la mujer blanca.

Siendo entonces necesario descentralizar los modos en que estudiamos y cuestionamos el sexismo, dando espacio a su comprensión en relación a su presencia histórica y cultural; como así mismo, redefiniendo la feminidad desde lo femenino, pero también una feminidad desde “lo negro” mismo.

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