martes, 27 de diciembre de 2011

Abolición, Caracas, 1854

Feliciano Carvallo
Beatriz Aiffil
No me mires con esas alegrías que no tengo tiempo de vivir.
Están discutiendo una ley para dejarnos libres. Parece que tienen que llegar a acuerdos con los propietarios. ¿Y a nosotros? ¿Nos irán a pagar a nosotros? ¿Nos irán a recompensar por haber vivido sin libertad?
Dueños, edad, valor… Mírame bien… ¿cuánto puedo valer yo? Ellos dicen que debo tener unos setenta años, que cuando me compraron me calcularon unos quince. No supe cómo decirles que tenía trece lluvias cuando me robaron y que mi nombre es Kimpa. Cuando cruzamos el mar perdí la cuenta de las lluvias. Ellos me pusieron Marcolina, pero me llamo Kimpa.
Para dónde voy a ir yo, dime tú, Eliodoro. La señora me dice que si no tengo para donde ir me quede aquí y ayude en lo que pueda. Claro, con todos los años que tuve asistiéndole al marido cuando era menester, no es para menos. Mis hijos son hijos del amo pero se los llevó la guerra, se fueron a luchar por libertad, más nunca los vi pero me siento libre en ellos.
Supe de la ley que daba libertad a los varones que se alistaran en el ejército patriota, eso fue cuando mi general Bolívar, sólo que el cuento de Boves llegó primero y mis hijos se fugaron con mis bendiciones. Después vino una ley para dar libertad a los que nacieran a partir de esa época al cumplir 18 años y otra parecida cuando mi general Páez. A mí tampoco esas me favorecían. Y hasta hubo una para cambiar de amo si queríamos, qué atrocidad. Ahora esta ley para ser libres… Y ya para qué si los que pudieron escaparon, compraron su libertad o se libraron por las leyes de manumisión. Yo creo que esta nueva ley es para tirarles unas monedas a estos amos desgraciados a cambio de votos, ¿sabes?
Pintas un mundo sublime en mi horizonte pero ya viví un infierno de duelos y júbilos, prefiero evadir la turbulenta historia que será nuestra historia en adelante. Seguiré yendo a la plaza, a la iglesia de la señora, al mercado a escoger las legumbres y a la botica a verte los ojos para volar. Calla tus ofrecimientos que harán mi canto más profundo y el llanto de más adentro. Hazte a un lado si me sorprendes saboreando la más bonita alegría. Y aunque me veas abatida sobre una flor deshojada o a punto de extender las alas sobre una hoguera inclemente. Sabes que soy víctima de las oportunidades que no tuve y del látigo del tiempo.
Aprendí a ser libre en mis hijos y en tus ojos.
Publicado en Correo del Orinoco, Caracas, 13 de marzo de 2011.

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