jueves, 3 de enero de 2013

Con la mente en Hugo

Beatriz Aiffil

La Negra Inés, la mamá de Rosa Inés, fue una negra extraordinariamente atractiva. Ella era hija de un africano y cuentan que ese africano era de la tribu Mandinga. Un italiano se enamoró de la Negra Inés y de esa unión nació la abuela Rosa Inés que es la mamá del profesor Hugo de los Reyes. Y del profe viene ese flaquito, medio afro al que llamaban Huguito.

“Así que yo termino siendo un Mandinga”.

Terminas y empiezas siendo Mandinga, Hugo.

Pero no de los mandingas recreados por los europeos de hace 500 años porque les tenían miedo. Y les tenían miedo porque los mandingas tuvieron imperios. Tenían una cultura a la que ellos afectaron y siguen afectando enormemente. Les tenían miedo porque eran valerosos y no se dejaban dominar así como así. Los Mandingas deslumbraron a los mercaderes de esclavos. Ya acá, en América, fueron difíciles de domesticar por la mano déspota del colonizador. Por eso inventaron eso de que los mandingas eran malísimos y asociaron la palabra mandinga con la palabra demonio, cuando por destructivos, agresivos y opresores, los demonios eran ellos.

Terminas y empiezas siendo Mandinga.

Valiente, corajudo y, sobre todas las cosas, libre. Esa ansia de libertad no se queda en palabras sino en acciones concretas para la conquista de la independencia y soberanía. Tú, negro mandinga, abriste la puerta para que continuemos cimarroneando. Nos has dicho quién es el que realmente huele a azufre. Quién es realmente el diablo. Y no es el Mandinga precisamente…

Terminas y empiezas siendo Mandinga.

La historia comienza en el Oeste africano. El negro aquel es una leyenda borrosa y los viejos de tu pueblo la mantienen en cuentos de amor y picardías, de coraje y valentía que se remontan a la proa de un barco que vino de mares lejanos pero que continúa en Inés, Rosa, Hugo…

Terminas y empiezas siendo Mandinga.

A ritmo de kora, o de arpa si prefieres, cantamos para dar ánimo a tu corazón. Que es nuestro. Y hacemos sonar las campanas para que nos oigan la Negra Inés, la Rosa Inés y todos los llamados a darte fortaleza en el reino de aquí y el de allá también.

¡Fuerza, Hugo!

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